Fría
primavera
liberaba
el polvo de sus grietas,
cosiendo
sus longitudes adversas
a
una herradura encontrada.
Reflexiva,
la mirada libre de estrabismo,
bebía
té esperando un desenlace
de
números mixtos, con un quejío,
liberado
de la raíz de la tierra.
De
martillo en la fragua del herrero
moldeando
hierro incandescente.
¡Que
no llore más el pan
muerto
de hambre!,
Sin
una boca desfallecida
que
lo alimente.
Pensaba;
Sin
querer tocaste la puerta del invierno,
ahora
se abre fría la primavera.
Los
rituales están escritos en un lienzo
soñoliento
erizando sus pestañas
en
un sol apesadumbrado.
Se
oculta
dejando
mudas al plantel de flores.
Protegiéndose
se pasean en carruaje
en
la avenida de la lluvia.
Y
nosotros, hombre, mujer,
intuidos
por espejos cóncavos,
hechizado
bajo la luna escarlata.
Fusionados
tras un iceberg derretido,
naufragados
entre dos polos,
conducido
a un puerto barométrico
hacia
un lecho de heno amurallado,
allí
donde inerva el líquido canto,
de
mosaicos ebrios de aire insumiso.
Nos
desnudamos la piel de partículas
de
mirada eléctrica ciega, en un vuelo.
Antoñi
(12 – Abril – 2021)
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