Cárcel
¿Cómo era ese vacío
profundo?, Igual a un pozo sin fondo por dónde caía, y caía, sintiéndose precipicio
sin hallar jamás un asfalto, aunque fuese duro como el cemento en el cual descansase
su alma rota.
Posando sus manos
en la arena declino al viento cuando éste quiso enjugar su rabia en su rostro, elevando
velas en su pelo, con el atrevimiento de sus ágiles dedos, al caer de rodillas
en el suelo con los ojos incrustados en la luz de un universo torturado.
_Apuesto y honorable
es este hombre, en el cual no me veo, ni me hallo_ Se decía
elevando sus manos
a los cielos, encerrando un puñado de arena y dejándola caer como una cascada
de sueños anaranjados que escapasen se entre sus dedos.
Fue quizá una
furibunda ola, que aún no tenía el suficiente empuje para hacer morir su ira en
el acantilado, la que tuvo la valiente osadía para poner voz a su prejuicio, descubrir
sus propias rejas de su habitada cárcel.
Demasiado muralla,
grillete
prende mecha en
cada ola,
en la espuma del
mar tendido
sobre el reposo de
tu arena.
Solo un torcido
vuelo asoma
en el redondel de
tus ojos.
Eres un niño
gaviota libre
en los túneles de
tu memoria,
tratando de
encontrar al hombre,
su sueño olvidado,
camuflado
entre las rígidas rocas
de tu playa.
Guardando celoso el
color,
tu libre perfume,
del reproche,
y así no te los asusta
nadie.
Se descubrió a sí
mismo en la voz de esa marejada que subía rápida mojando sus pies, giró su
cabeza buscando con su mirada un posible cómplice, testigo de aquella verdad
emitida, siempre con el mismo miedo. El miedo compañero que había tejido su
traje etiqueta para presentarlo al mundo, un camuflaje del verdadero hombre
escondido. Siempre será más fácil dejar que el usurpador cuco se apropie de la
piel con su plumaje y dejar que su queja sea en un litigio canto en la fría
noche, así el niño habitado en él podía volar sus sueños, libre, como Juan
Salvador Gaviota.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"