No me saben ver.
Más allá de ese
vuelo alto
de cielos
eclipsados en fuga,
me hice construir
las alas.
En el vaivén de
los flancos
de las soñolientas
nubes,
dejando parados los
abismos
tropel cuesta
abajo
en la hondura de
mis sueños.
Querer, nunca ha
sido ser,
de quererse, a
sentirse
se volatiza como
la espuma
en el mar de los
otoños,
cuando éste yace
dormido.
Solo tengo la ciénaga
de este subsuelo pétreo
olvidando su
mirada, esquivo,
y una resistencia
naufragada
salpicando el
rostro a mi estrella.
Pues nací de una constelación
clarificando sus
ojos
levantándose de
madrugada.
Por eso llueve en
llanto
resarciendo sus
huesos
con la llameante flor
que siempre gana pulso
al tumulto en la
tormenta.
Me dicen, o no me
dicen,
me condenan o no,
aquellos de mucho
mirar
con sus ojos
abiertos
cuando nunca me
han visto.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"