Pintuta al oleo Nieves Maillo Zamora
Luna, luna…
Ay la luna blanca
que mora en el lago,
se va arroyo abajo
a dormir la noche.
Cálida sombra se
tiende mientras tanto
manchando las vestiduras
de las rosas,
del espíritu
dormido del Jacinto blanco.
Parece un orgulloso
barquito de papel
navegando penurias,
destinos robados
al bosque abovedado,
a su dosel estrellado.
Luna, luna, es tu
mantilla de pedrería,
linfa inmortal de
los sublimes dioses,
nobles árboles dejando
caer sus hojas
a tu rebaño de majestad
en las alturas.
Suavecito es tu silencioso
aliento cósmico,
cayendo como
diminutos jazmines
en el desolado
bosque empedrado
del confuso mundo de los humanos.
Regresa altanera
luna a tu potestad,
no dejes sujetar
tu pelo con alfileres.
Deja suelta tu estela,
tu olor a albahaca.
Sabes que el frío es
montaña de nieve
en el impetuoso atril
de tus descalzos pies,
y aún te quedan
muchas peregrinas rondas
de ojos abiertos, por
hacer a los refranes
inconcluso, al sabio
puente de la vida.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"