Si he de perecer al abrigo de este manantial,
abrupto, dominante, de fluido reino.
Que no me vuelva loza de mármol,
su frío carácter de primavera postergada,
que deje que el despertar del sol me sonría,
que la luna en su guardia me bese
mientras sus aguas me acarician el descanso...

domingo, 5 de agosto de 2018

Mar de trigo


Retroceder en el tiempo no implica vivir en el pasado, el pasado como tal es algo caduco para pretender estacionarte en él y que te condicione de tal forma que te impida crecer, vivir el presente que es lo que verdaderamente somos. No obstante, tampoco se es nada sin ese pasado, si tenemos que buscar la raíz de lo que podemos ser en la actualidad, está en ese pasado, desde ese momento que el bebe que nace, y tiene conocimiento de su realidad y abre los ojos al mundo, empezando a escribir líneas descifrables para su futuro en la historia de su vida…
Hoy presento un poema, que habla mucho de la niña que fui, una niña que nació tierra adentro y que en su insaciable imaginación creó su propio mar de espigas, y amapolas. Un mar de trigo, que ella miraba desde su orilla, cuando el aire de la tarde lo movía creando olas de densidad verde, que ella quería navegar con sus pies de punta a punta, y en el descuido de sus padres hizo más de una vez, con el contrarresto que eso suponía en daño al estar el trigo encañado, o sus tallos demasiado frágiles para semejante aventura. Poema escrito para el II Encuentro de Poetas del Atlántico, en homenaje a ese marinero en tierra que fue y será para siempre, Rafael Alberti.   

Gracias a todos… Feliz tarde de domingo… Besos





 Mar de trigo

Fuiste, eres, el pan sembrado
en el austero Noviembre,
hijo de la nostalgia otoñal.
Desafiaran tus brotes, al frío
en febrero, con tu risa verde
despertando la primavera,
abriéndole la puerta marzo.

Velero con vela, me regalaste,
fijo en la colina de estrellas,
coordenadas, imán a mi ojos
marcándome un horizonte.
Polizón entre tanta estela
vallando el extenso cielo
que a voluntad me cubre.

Dorado mar segado en junio,
llaman sus espigas, siempre,
al aire, a jugar con sus aguas.
Sus verdes olas mesen los sueños
de mi  niñez, nacida de la sed
germinada en tierra seca,
ese océano planeta adentro.

Si como el vino ya te vienes,
no despertarán, por ti, más días,
ni te será más genuino el sol,
con sus rayos al tintarte
en oro tu ropaje, enamoras
a la amapola, y se irá contigo
a guardar el estío en ciernes.

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