Piedra
Hay piedras que el sol no ve,
de ahí, que sean solo piedra.
No tendrán el otoño en su pelo,
como esta ondulación ocre,
festejo del viento en mi cabeza.
Llamas de ese dorado fuego
que desde mi nuca desciende
intentado alcanzar tu playa
cuando tus labios reconocen
el desfiladero entre mis senos.
Como podría dejar esta arcilla
ser acueducto en estos arenales,
tan maleable entre tus dedos.
Un solar de vida a tu costumbre,
que ve, piensa, solo en tu luna,
águila en el solitario páramo,
de este frío y enfurecido limite,
exudándome ágil la distancia,
de tanto que te he esperado
siendo un melancólico cisne.
Al lago profundo de tu mirar,
las primeras nupcias visibles
de este despertar del lecho,
cuando ya era mera espuma
y tan cobardes los esquiroles.
El sol que me habita expatriado
se me vuelve dulce sonrisa,
con ser a mi virtud, tus dones,
de diestro y más mi maestro,
en esculpir la sed en
mi piedra.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"