Antonia
¿Qué jardín mira ahora tus
flores?,
Son dulces y brillantes tus
deseos
pensados como rojas amapolas,
y trenzados en la punta errante
de cada una de tus estrellas guía.
¿Cómo podrían ser derrotados,
hoy,
esperando la fría noche de la
muerte?,
Abrazan el silencio de las
sombras,
del hierro severo del imperativo
orden, enajenando tus voluntades.
Deseaste tanto ese dorado trigo,
vigoroso, anunciando su llegada.
De frente, su rostro satiriza el
aire,
y a ti te espera, quebrada la
estación,
reafirmar el recuerdo de tu
huella
que te llora por dentro, siempre,
desde ese día, que a hurtadillas,
viajó
el cansancio a vestir de luto tu
alma.
He aquí la tierra vencida, el
instante
heredado del fluir seco,
insatisfecho
renombrando el vahído, hecho grieta,
en el surco rectificado,
impaciente
en un destino llamado a ser tuyo.
De repente se hielan las cerezas,
dando la espalda a la
consiguiente
cosecha de esperanzas a este año,
a las venideras frutas
recolectadas
en honor al recuerdo de tu
nombre.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"