Divino invasor
ilimitada tu masculina posesión,
es solo una vasalla de esta pasión.
Y en el glorioso frenesí de tu poder
eres tan celoso en tus dominios
que incauta cierro mis ojos
ante tu allanamiento de morada,
semidiós de divinas actitudes.
Quien me iba a decir ayer
exultante, sin carta de navegación
que sería viajera de este navío
tan atrevido con las distancias
sondando previamente cada puerto
dejando misiva en todos los limites,
como si profanar estuviera escrito
en su atlas como triunfo adquirido
por la excelencia al buen explorador…
Y heme aquí, de extraviada voluntad.
Ahora me quedo en ardiente faro
a la deriva en el oscuro oleaje de tus ojos,
sin más clemencia, que este hospedaje
a cuyo pago de diezmo me abres tus fronteras
a una necesidad que solo haya su calma
en el agua que bebe a la zaga de tu cumbre…
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"