Maldigo
Maldigo, sí, maldigo ese reloj pendenciero
que se alía arbitrario, con el volar de la tarde,
y no nos regala ni un amanecer más,
ni un quejido que rescate su gracia a la madrugada.
Maldigo a lo imposible por su cerrada voluntad,
por su mirar celoso de esbirro encorsetado.
Y a esa tormenta furiosa de sentimientos
que despierta a la culpa en su conciencia.
Me maldigo, sí, me maldigo en este instante,
ingenuo, que me hechiza, me domina
llevándome inconsciente al reino de tu sonrisa
donde mi piel respira la fragancia de la tuya.
Te maldigo a ti, por enamorarme sin piedad
por tenerme sin tenerme, sin tenerte...
Por alimentar esta sed desesperada
con unos pocos momentos robados...
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"