Podría
amarte engañada.
No
es el tiempo,
en
su carrera de obstáculos
el
que de mí se olvida.
El
que de mí se ríe…
¿Qué
importa el tiempo?
No
es un dios aquel
que
diseña su pedestal,
al
final enamora a la muerte
al
igual que tú y yo.
Es
muy peligrosa esta marea
que
me inunda, silenciosa.
Es
como un volcán dormido,
de
profundidades ardientes,
de
rostro apacible y sereno.
A
ratos el viento se lamenta,
en
un ir y de venir de silabas
satíricas,
que ríen mi llanto.
Y
la marea me sigue arrastrando.
¿Qué
puedo regalarte?
Un
beso a la ausencia,
a
lo eterno, por imposible.
Si
por cerrar los ojos te encontrara,
podría
amarte engañada.
Extender
mi mano y tocarte.
Tocarte
en él, en su piel,
besarte
en su boca.
Un
fatal placebo sustituto
que
me abrigue la noche,
que
fría seduce a la mentira
para
tenerte….
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"