El ser humano al nacer es un libro en blanco pendiente a ser
escrito. Nace inmaculado, con los instintos naturales que le preceden según el grupo
animal al que corresponde, el resto es aprendizaje adquirido en el seno de su
familia, padres, hermanos, y también de la comunidad cultural a la que
pertenece, señalada desde el grupo más pequeño, hasta el más grande; localidad,
provincia, región o comunidad autónoma, país, continente, el mundo… En mi caso,
sin obviar las señas de identidad que me unen a una cultura, siempre me
consideraré ciudadana del mundo, lo que me otorga el derecho por la vida que se
me ha dado, a intentar desarrollarme, subsistir lo más dignamente posible, por
lo cual si la tierra o cultura que me acogió al nacer no me ofrece esa garantía,
como ciudadana del mundo hago uso de ese derecho buscando otras tierras más
generosas que me lo faciliten. Algo que viene conjugado desde el mismo origen
del hombre.
En los días que corren, cuando el debe y el haber, ha llegado
a su punto más álgido de importancia, derrotando lo legítimo, lo humano,
empobreciendo países desarrollados, destruyendo derechos, calidad de vida, en
muchos casos, casi hasta el nivel de la indigencia, quizá el concepto de mirar
el presente construyendo un futuro es tan vital como respirar. Dejando atrás romanticismos
desfasados, que en muchos casos son presos de la arrogancia, en aquello que debiera
de ser historia o memoria histórica. Bien es cierto que la raíz ha hecho al ser humano en su cultura, lo que
es, sin desmesurar su importancia, pues el futuro correcto implica crecimiento,
siempre mirando hacia adelante con la opción que más nos enriquece, o nos
fortalece, y aquí recurro a la sabiduría popular donde “el divide y vencerás”,
es un arma que hace fuerte al enemigo, y sin embargo “la unión hace la fuerza”,
crea diques de contención para evitar una posible invasión o destrucción.
Dicho lo dicho, con la necesidad de no ser mal interpretada,
hoy como suelo hacer todos los años por estos días, hago homenaje al vino nuevo
de mi tierra, al mosto recién fermentado, el fresco entre los frescos, no por
ser más chulo, si por ser el más joven, un sabor que da identidad a todo un
medio de vida, que fundamenta toda una cultura, de la cual me siento muy
orgullosa, pues su necesidad es ser reconocida y respetada dentro de la unidad
nacional y del mundo…
Os pido disculpas, pues mi tendencia a volar por los cerros
de Úbeda ha motivado que me salga por la tangente más próxima, y mi poema al
vino es esta cosita de ahí abajo, que como me digo tantas veces; “bueno no
será, pero me he reído a rabiar”…
Gracias a todos
Mil besos anestesiados del mejor vino que vuestro paladar
pueda degustar…
Como buen vino
Me bebes despacio como buen vino
con serenidad,
derrotando la copa,
sin dejar de deleitarte con mi cuerpo
liberando primero tu nariz en mi aire
conquistando todos mis misterios,
mojando tus labios poco a poco,
posándome levemente en tu paladar.
Sutil néctar de miel y canela quiero ser,
paloma que vuela despertando tu sangre
vena a vena, como salvaje erupción,
prodiga del racimo en su buena ventura
que se pierde como frondosa lava
entre tus calles sedientas de mi fiebre
que te sube jadeando entre mis piernas.
Te grita el corazón, y se regocija;
que antes de ser preso de la alegría
del dulce sopor del sueño complacido,
estalle en ti la copiosa espuma
Precioso canto al buen caldo
ResponderEliminarQue acompaña horas a media luz
Y pinta melodías de suaves tonos al anochecer.
Un beso
Desde el otro lado del mar.
El texto precioso y la poesia no tengo palabras para alabarla. Muy bella esta entrada, Antonia. Saludos,
ResponderEliminarHermoso vino que como la sangre lleva el sabor a tu tierra
ResponderEliminarEse final es de 10
Beso
La vida es un enorme libro. Un libro que tiene su prólogo y su apéndice, en los recuerdos. Como así tiene escrita su última hoja, a la que llegamos después de haber llenado cada hoja con nuestros sentimientos, con nuestros sentidos, con nuestro vivir de cada día, de manera que lo que pongamos en una hoja será la consecuencia de la siguiente, y así sucesivamente hasta completar nuestro libro vital. Tenemos un destino final pero al que llegamos en esos destinos parciales del cada día.
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