El envés del rostro
Es cierto, son risas que enseñan sus cicatrices,
gesticulando muecas forzadas por no blasfemar.
Me lo dijo incrédulo el lirio bajo la lluvia de invierno.
Soterrar los labios que alumbran quejidos de hambre,
no evitará que la luna los archive en la luz de sus retinas.
Que llore glaciares helados la noche al ir a su refugio.
Nadie borró las huellas que matan por costumbre,
que nacen del fusil hambriento, del sacrílego odio.
Siempre están en las vestiduras de los tiempos errantes.
La voz se sació de silencios para dormir en la penumbra.
Fue, como siempre, la palabra que no guarda celibato,
la que fertilizó con lluvia los campos heridos de muerte.
Es cierto, son lloros que desbordan en llanto,
ajenos al sonido del redoble de campana añejas.
Me lo dijo el logaritmo sin exponente, en su hastío
exultado.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"