Si he de perecer al abrigo de este manantial,
abrupto, dominante, de fluido reino.
Que no me vuelva loza de mármol,
su frío carácter de primavera postergada,
que deje que el despertar del sol me sonría,
que la luna en su guardia me bese
mientras sus aguas me acarician el descanso...

domingo, 12 de agosto de 2012

Solo un instante…

Para no caer en tediosas y aburridas reiteraciones, muy propias de mi fluidez en la palabra, tan semejante a un caudal que no define bien sus cauce…, are, por una vez, esta introducción, lo mas escueta posible. ..
Creo que no me equivoco al afirmar que todos por determinadas circunstancias hemos tenido momentos, donde la fugacidad de la vida se ha hecho patente; por alguna enfermedad, por la pérdida de algún ser querido, donde hemos tenido constancia que la vida y la muerte están vinculadas por un fugaz instante, que se nos hace imposible, medir o tocar con nuestras manos, es tan arbitrario que con un triste pestañeo, lo que fue vida en una seca, impávida y estática secuencia, es solo inercia, sin calor humano, con la desnudez de la dura piedra…
He querido con este poema, hacer de ese instante, algo que lo eleva a la extrema vida, ya que como la muerte, hace su presencia en un segundo sin medida, en ese mismo espacio, podemos alcanzar lo más sublime de nuestro existir, lo más bello, así rindo homenaje a la vida, lo que realmente somos….

Gracias a todos

Mil besos sublimes en sus instantes, tan llenos de vida… ¡Ojú, que cursi me ha quedao!, jajajajaja … es para desdramatizar



Solo un instante…

Un silvestre instante, fresco y arbitrario,
en su naturaleza efímero, sin sombra en el hastío.
De las hojas, el canto, por su momento,
enardecido en su duende, como gotas de rocío…

Son sus brazos tan pequeños, que lo fugaz abrazan.
Vendedor de pureza, incendiada en su percepción.
Abre nacientes, sus ojos, a un halo prodigioso,
que huele a bosque de sueños desvanecidos….

La desnudez de su gloria, reclama la luna
mientras besa su figura bañada de mar.
La soberbia de los ostros se confabulan,
transformando su cuerpo en un triste desierto.

¡No!, marchito, no..., glacial inoportuno,
preámbulo de muerte, urbe inhóspita,
mañana sin historia, de flores de piedra.
Quiero ahogarme en su fluida fuente,
Y perecer bañada en sus aguas de vida.

Dejemos la demora tan impía y abrupta,
que agota su alma, vencida en la añoranza.
Hagamos de su cabello, esa brisa suave
que acaricia nuestro minuto como eterno.


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