Si he de perecer al abrigo de este manantial,
abrupto, dominante, de fluido reino.
Que no me vuelva loza de mármol,
su frío carácter de primavera postergada,
que deje que el despertar del sol me sonría,
que la luna en su guardia me bese
mientras sus aguas me acarician el descanso...

domingo, 12 de agosto de 2012

Divina presencia

Alguien me dijo una vez, en un forcejeo un poco indigno por su parte, que acabó con uno de sus dedos dentro de mi ojo…
_Una sonrisa a cambio de un beso_, Y… ¡vaya!.. que me reí, justo después de arrearle un buen tortazo y ver su cara de yo no fui… olvidé un detalle, el tenía los treinta algo pasados y yo escasamente quince. Me ha marcado mucho ese episodio, según él, tenía que aclarar algunos malos entendidos conmigo, porque estaba seriamente enamorado de mi y se dedicó a perseguirme allá donde iba. Lograba con facilidad escabullirme, menos a la salida del instituto, que por aquel entonces yo asistía en horario nocturno, puesto que durante el día trabajaba. Me producía verdadero pánico, verle allí parado en una esquina, parte del trayecto iba con mis compañeros el resto tenía que caminar sola hasta casa. A esa edad y en aquella época era muy ingenua, pensaba que mis padres podrían regáñame por motivar semejante situación, no fui capaz de contarlo en casa, solo mi hermana Nieves lo sabía, lo único que se me ocurrió fue llevar una tijeras en el bolsillo de mi abrigo, ahora cuando lo recuerdo medito sobre ello y creo que nunca las hubiera utilizado, tampoco llegó a ser necesario, me seguía a una distancia aceptable, hasta que un día decidió gritarme todo el daño, según él, que le estaba haciendo al rechazarle, que había decidido desistir, que era un hombre serio y que yo era una mujer con los pantalones bien puestos. La verdad es que no entendí muy bien que quería decirme con aquello, y aún menos que motivos le había dado para aquel acoso, resolviéndolo, avergonzándome con sus gritos delante de mis amigos…. En fin, son esbozos de una vida, la mía, suelo escribir mis recuerdos, como buscando en ellos la mujer que soy hoy, si hubiera sido diferente, viviendo otras situaciones, otras circunstancias, es difícil de saber, lo que sí puedo decir en honor a este episodio, si es que lo tiene, que nunca hay que tener miedo a los muertos, si a los vivos y os preguntareis el motivo de esa conclusión, un tanto fuera de lugar, sencillamente, pretendía escribir algo acorde a mi poema y en mi cabeza se dibujó ese recuerdo, viva muestra de que jamás escribo lo que quiero, más bien lo que quiere ser escrito y este poema que pretendía ser algo cómico, con unas dosis de erotismo, quedó con ese garbo, una presencia… ¿Física?..., fantasma o no, no le tengan miedo…

Gracias a todos…
Mil besos, cargados de sueños, camino a su realidad….


Divina presencia

Es un goce soñarte con la piel dormida
en los enredados pliegues de las sabanas
cuyos hilos naufragan indecorosos,
ahítos de nuestros dorados efluvios.

Pensar que te tengo y tú no lo sabes,
que soy la voz de labios sedosos
en tus sueños de todas las noches,
Ángel, ninfa, sirena en los límites
de tu mar, esperándote en tú bahía.

Un recuerdo de agua tibia salada,
de arcilla hambrienta de formas.
Un mapa silente en su descifrado,
por donde se guían tus manos,
diestras en cada adyacente puerto,
sedientas en la confluencia de un dique.

Tan envidiosa el alba de la luna
que se amanceba con la madrugada,
para crear un lecho nutrido de nupcias
bendecidas con ambrosía divina,
donde nuestros cuerpos se aman
honrando el grandioso templo a Eros.

Un sueño ignorante estremecido
en esta sátira de una fría alcoba,
con dientes afilados en una sonrisa,
que deshonra nuestro idilio
en esa soledad donde agonizas,
Y es que siempre olvido
que en tu realidad aún no me sientes….

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