No me dejes
No me dejes cerrar los ojos al hábito
de este azar, en su invención misántropa.
No me dejes caer arrastrada, dormida,
en un sueño brioso, de silencio roto,
atrapada por el vigía árido del crepúsculo.
Abre la puerta a la encendida noche,
con su alma de brisa y alfombra blanca
y me das a beber su estela plateada...
Que trepa la hiedra por los escalones
de mi lecho, derruido por el musgo.
No me dejes sobre las ramas desnudas,
de estas horas sin rostro, de sonata triste.
No me dejes, con la edad suspendida en el brocal,
del ausente fluir, del caudal de la gélida fuente...
Es tan breve la epidermis de un suspiro
que se evapora entre las sombras de mi figura,
aguantando el transeúnte, ladrón inquisitivo,
que deshace las flores en harapos itinerantes.
No me dejes, hechizada en el corto guiño,
del celaje bisiesto, para que me lleve consigo,
a su ritmo distendido de años insolubles.
No me dejes, en este erguido instante,
de vendaval vicioso, de caricias lujuriosas.
No me dejes….
No hay comentarios:
Publicar un comentario
"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"