Lo que no tiene precio
Era flor deshaciéndose como bruma,
cansada de ser sujetada con alfileres,
de ataviarse la estola ebria de licores.
Se descalzó sus zapatos de tacón,
de bailarina de porcelana en el salón,
en las noches que escondían naipes,
para no descubrir su mejor jugada...
Entre titanes de los mares de asfalto.
Tiburones amancebando madrugadas,
a crueles dentelladas ensangrentadas.
Laureles de tricornio sin título raso,
Comulgando con sales aromáticas
en duelos que escarbaban en el lodo.
Ella azucena y dalia con talante
resumió con garbo su majestad
como diosa destronada del Edén.
Y ante la hidalguía que le precedía
se desprendió la seda de oriente
por basto percal de bella doncella.
Se dijo a sí misma con firmeza;
_Se compra lo que se vende.
No hay postor para la dádiva,
que gratuitamente se ofrece_,
El diamante brilla con su miseria
y ella se evadió por sus aristas
antes que su hechizo la atrapara.
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