Escrito en mi nombre
No sabían mi nombre, ni mi sexo,
nadie conocía el color de mis retinas,
ese martes de febrero, de tangos misioneros,
enloqueciendo las calles con mascaras prohibidas.
Fui silente hasta en el llanto de recién nacido
como un ánfora que palpita el eminente caudal
de versos ocultos entre los hilos de los visillos,
que de fina gasa verde darían color a mi vida…
¿Qué errónea filosofía me asaltaría?
Se disfraza en el tiempo en párrafos gripados
que se ahuecan como las notas de una flauta rajada,
tozudos, invasores como el hielo congelando la sangre.
Lo propio no se escribe con pluma y papel,
se respira en la sal que expele el mar en la arena
y se cuenta con ilusión como él que busca tréboles
esperando encontrar el esquivo de cuatro hojas.
Más sin conciencia arde la leña en su favor,
en la perenne silaba que nunca fue derrotada…
Y yo, comulgo cada año bisiesto con el incesto
por la rima que embellece la legítima palabra…
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"