El Tiempo

Una mirada sobre mí misma…, se es tan poca cosa, que en un segundo todo puede quedar reducido a quietud, a algo menos que la oscuridad sin sombras. Me cuestiono tantas veces la importancia del tiempo, queriendo escapar de las reglas que rigen el vivir atrapado en un corsé estándar e universal, donde la individualidad deja de tener importancia resaltando solo la evolución del grupo… ¿Qué es de ese grupo, sin la particularidad en singular?
El mundo sufre de un mal endémico, sobre todo el asfaltado de enormes monstruos de cemento, es deshumanizado, donde la prisa es una reina sin corona, que manda y ordena la vida de todos sus discípulos, sin que le importe sus sentimientos y eso nos va atrapando casi sin que nos demos cuenta en una enfermedad donde la inteligencia emocional se estanca, a veces creo que incluso muere y se condena al ser humano a una soledad enfermiza, que destruye por dentro, que hace que la persona agonice sin morir, es ahí, donde surte una inversión contraria a la velocidad del tiempo y se convierte en eternidad.
Para mí, mi espacio, es sagrado, mi soledad elegida, con mis voces interiores, que me ayudan a conocerme, a reflexionar, esa otra soledad la necesito como el sol, el oxigeno, el agua…, a la enfermiza, le hago trueque con todo lo que tengo a mi alcance, y hasta ahora, salvo en determinados momentos, le he ganado la partida, no por ello deja de preocuparme. Me Produce frío verla reflejada en los ojos y en actitud de mis semejantes, es algo más fuerte que yo, me despierta ese lado maternal, tan femenino, que me induce a acunar a proteger, a veces creo que demasiado desmesurado, que incluso me crea problemas, me obliga a olvidarme de mi misma, de mis prioridades como persona… ¡Que le voy a hacer!, Cada cual es como es, y yo nací sin remedio….
Os dejo este poema que trata de todo eso que he intentado parrafear de introducción…

Que no agonice este ramillete de besos, por el túnel del tiempo, sin que se posen en vuestros rostros…

Gracias a todos…

El Tiempo

Se me pierde la memoria

anudada en su lecho de olvido.

Sola es como una niña perdida

asustada de la dirección del reloj.

Alguien echó el ancla por mí

en un puerto de dioses de hojarasca

que juegan con la prisa del tiempo,

inquebrantable en un habito continuado.

Se ciñe como un corpiño a mi cuerpo

brumoso velo que marca distancias.

En un quite anónimo, huérfano de sombra

pone el cubierto en una mesa de silencios.

Foráneos de un cielo incendiado

de brotes de pensamientos sin dueño,

en mis recuerdos dispersos hacen ruta,

y los alojan sin voz en las cenizas del alba.

Sopla el viento deshilando momentos

con su ballesta tozuda e implacable.

Apenas un sueño de hambre por vivir

se refugia sin espacio en un invernáculo.