Si he de perecer al abrigo de este manantial,
abrupto, dominante, de fluido reino.
Que no me vuelva loza de mármol,
su frío carácter de primavera postergada,
que deje que el despertar del sol me sonría,
que la luna en su guardia me bese
mientras sus aguas me acarician el descanso...

domingo, 12 de agosto de 2012

El perdón de la noche

Considerar este poema como una forma de resarciros de la tristeza implícita del que os presente en mi nota anterior. Necesitaba escribir algo así, colgar algún que otro fantasma que mora en mi pensamiento e incide en mi estado de ánimo, no me gusta la tristeza, cuando parte de mí, ni como expresión artística, aunque a veces se me haga imposible esquivarla. No somos otra cosa que hijos de la madre tierra sujetos a los eventos de la climatología.
He pensado que algo de erotismo, estaría bien, ya sé que el erotismo cada cual lo interpreta a su forma, en mí caso me decanto por el erotismo menos crudo, aquel que deja al lector o al espectador a la espera, haciendo trabajar a su imaginación, puesto que la imaginación como en todo, es fundamental, porque se recrea en el misterio y crea expectación, al mismo tiempo que se modela al gusto, el objeto sugerente, despertando el deseo…
Me he recreado en la noche, el escenario por excelencia para la clandestinidad, y no es que el amor clandestino o no, se sujete a un horario, solo que la noche es mas idílica, como mágica, con sus sombras y sus luces celestiales que equivocan la autenticidad de las imágenes y las envuelve ocultándolas… Es exactamente un perdón para la noche, por lo que no ha sabido evitar en sus horas centinelas, dejándola en una difícil situación…

Gracias a todos…
Besos clandestinos, como lagrimas de rocío….


El perdón de la noche


Bebo del frío silencio sereno,
estrujando la lluvia de suspiros
que brotan del éxtasis lunar.
Radiestesia que juega con fuego,
en su descubierto manantial…
como una roca destronada
por la metrópolis sideral,
me resbalan diáfanos torrentes,
reviviendo mi memoria inerte
allí, donde la vida celebra su apoteosis.

La noche rociada de incienso
espera en actitud de pleitesía
que no murmuren las piedras
en su lenguaje de enredadera,
del olor del perfume clandestino,
estando sus horas de centinela.

Porque el deseo se desliza purificado,
en el glaciar de la armonía de la noche,
y nunca derretirá ese universo
el lenguaje exclusivo de los amantes.

Y tú, que me miras sorprendido,
explorador de tierras desconocidas,
sabes domesticar como nadie
este paisaje, que sin ser abrupto,
se resiste, porque es salvaje….

Hagámonos los dos, cómplices,
para el perdón de la noche,
que hizo con su túnica de estrellas
un tupido velo sin escribir memorial.

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