Olvidaste
Te dormiste cansada
en la aureola
celeste,
de pesadas sienes,
a punto de soltar su
borrasca.
Olvidaste la tozudez
del tiempo
alumbrado los días
venideros,
el pardeo de los
ojos del sol
expulsando intrusos de
sus retinas.
Olvidaste la
renovación de los campos
después de librar
batallas perdidas,
el gorgoteo de los
pájaros
construyendo vida en
sus nidos.
Olvidaste todo,
hasta el loco girar
de la veleta en la
torre de la parroquia.
Y una insumisa
tormenta
derramó su
condensada bravura,
a mí me sonó a
llanto,
el de tú alma,
calándome hasta los
huesos.
Solo la olvidaste,
quedándote dormida.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"