Hijo de la vida.
Te basta con poner
zapatos
a mis descalzos
sueños.
Un techo de nubes
blancas
a las ruinas del
cielo
obstinado en cubrir
mi cabeza.
Lamer las heridas de
las espinas
solamente cuando
sangran.
ignorando los
estrechos caminos
abrigando los
pensamientos,
esos tan quiméricos,
de ventanas abiertas
a la libertad.
Ladina memoria,
olvida
archivos para el
recuerdo.
Hace latente el
palpitar del tiempo
cuando es historia,
cuando es cementerio
de hojas secas,
incluso para el
árbol negadas.
Y tú prodigo de
adviento,
regresas una y otra
vez
a las ruinas del
muro de Berlín
incrédulo de tu
sapiencia
en el poder,
profanando tu cárcel.
Te purifica la caída
tarde
de mis cansadas
pestañas,
narcotizada en azabache,
porque ahí descansas
de toda la pesadez
de tus sombras.
Un mundo infinito
para el cual no
necesitas mascara,
ni derribar
murallas.
Solamente
desnudarte,
quedarte sin las
ropas viejas,
rotas, ultrajando tu
piel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"