Qué bonito
Qué bonito es el vestido,
lo pintas de fresco aire.
Fruto dulce del sembrado
narrado sobre las horas,
que animosamente pules
sobre el arrullo del canto,
que me duerme abrigada
para luego en tu sueño,
ser balada despertándote.
Qué bonito es el murmullo,
parece río, agua que habla
del mar al que va sonriente.
No es agua, ni afluente de río.
Eres tú, mi cantor, mi juglar
imperecedero en el instante
donde el reloj no es peregrino
extraviándose en el viraje voraz
dado por el tiempo inagotable.
¡Qué bonito!, Qué bonito
eres, si puedo soñarte,
si puedo tocarte ahora
que me deja el sueño,
sin ladino reloj, sin horas
esclavas de la obligación.
Qué bonito inventarte
más allá de la cruda realidad,
como tú y yo solo sabemos.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"