Tú y yo, y la luna
Qué desnuda, como sílice en la caverna,
beso el frío del resplandor en los estratos,
presagiando un exterior desprendiéndose,
embrujada por los misterios de tu jardín.
Del relieve calcáreo, limpia de niebla,
abierta la piel, espero el gozo de tus labios,
licuada del cálido sueño interminable,
con tu perfume prendido en hebra al salir,
fundes el glacial helado a dentelladas.
Vestida con los rayos de la luna,
mientras la brisa las hojas mueve,
y su plata furtiva cae al mar de Abril
bajo los ojos del resplandor perlado,
de la inocencia de la noche estrellada,
a buscarte amor, entusiasmada
salí…,
como esa constelación improcedente,
caída de un altar de arcilla dorado,
amanecida en emociones redentoras.
He de inventar los brazos de la hierba
donde yace esperándonos el instante.
Ahondando en el silencio desolado,
mi voz se angustia, se hiere carmesí…,
el humo ciego oscurece la claridad,
es el olvido y sus músculos de barro…,
el frío vuelve y mi cuerpo se hiere
en su prisión de primavera alhelí,
donde solos estamos tú y yo, y la luna…
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"