Se viene y se va…
_Puesta la mesa, la nieve se envejece_,
Me dices removiendo la esperanza de la tierra…,
palabras al oído, del otro lado del tiempo
viajero.
Y yo azul, desplegado del rostro, glosando
fiebre,
en progresión a las olas de vida, sin renuencia,
me embriago de la paz de la noche, con motivos.
Se siente el aroma tosco del concepto en los
aljibes,
allí el llanto deshoja de sus frutos a las
pupilas,
de sus milenarios secretos, con ritmos eternos.
Nunca se posterga, se viene, se va, y se viene,
arando los vientos la emoción de la canción
desnuda,
saludando recuerdos de granito, grabados inertes.
La sonoridad del aire te lo dice,
estremecidos sus susurros en la espesura,
intenso mordiendo los labios al precipicio.
Si, vigilante en los saltos de agua en las
calles…,
por cada uno de ellos, un pez símbolo, se eleva
rescata de sus aletas suficiente evocación
para encontrar el río que le dé de beber…
Vuelve, y vuelve al pasado de la experiencia,
de ideologías y placeres, medio vestido
con el pensamiento, estudiando las noches,
abiertos los ojos en justa advertencia,
se alza la etnología en las constelaciones.
Es aquí donde poco tenemos por delante,
aún menos estridentes y pesadas campanas
con sus tallos alzados al cielo abierto.
Sin sutiliza, con intimidaciones arrogantes,
campanas, sobre campanas, heridas,
pisando la indiferencia del vidrio frío.
Permanece despierta la estrella oscilante
a esta hora deshabitada, de ineptitud atrapada.
Empuja la palabra los temores legítimos,
indefenso está el mundo de los hombres
y llaman plegaría a la ciencia estereotipada,
si se aferra a la vida del suelo que protege.
Por una vez, asomadas a la ventana, una, dos y
tres…,
encontró el río su pez y le dio de beber su agua,
y las campanas, sobre campanas, una, dos y tres…,
….., repicaron
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"