Aires
Blanda luz me entretienes
como rama aprendida al viento.
Su pulso me invita a doblegar
mi cintura al tránsito de la brisa.
Piedra en el corazón de la lluvia,
apresura el paso por altos cielos.
Largamente contiene el aliento
el aire camino a la tormenta,
unciendo con su lengua la piel,
inflándose con su inhóspito frío.
Corriente de agua eres
dentro de mi albufera,
sensibles lechos laten
abandonados de espuma.
De la que ríe el almendro
con sabor a fruto prohibido,
mensajera de una paz
levantada de su sueño,
henchida en sus pechos
a las elevadas cumbres.
Latidos que hablan de deseos,
allí vienen los desórdenes,
para beber de la fuente
con la sombría entraña
que la duda humedece.
Degrada y profunda cierva,
la certeza abre sus carnes,
y llegan hijos de la discordia
a liberar a un dios insolente
que del rebaño creado se ríe.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"