Si he de perecer al abrigo de este manantial,
abrupto, dominante, de fluido reino.
Que no me vuelva loza de mármol,
su frío carácter de primavera postergada,
que deje que el despertar del sol me sonría,
que la luna en su guardia me bese
mientras sus aguas me acarician el descanso...

miércoles, 8 de agosto de 2012

Trovador…

Hay hechos que marcan las vidas de las personas irremediablemente. No somos piedras duras, e incluso la más inerte de ellas está sujeta a la erosión, a los efectos de la climatología, como a las bondades mal avenidas del hombre, expresado como único genero que abarca la vida humana…
Todos nos hemos preguntado muchas veces, qué hubiese sido si en vez de optar por una conducta determinada en prejuicio de otra, nuestra elección hubiese sido al contrario, tal vez nuestra situación hubiese sido diferente, mejor, y con ello más felices. También si hemos provocado como contrapartida, alteración en las vidas de otras personas…
La tan traída, añorada, e idealizada libertad, es un concepto que parece fácil de definir y sin embargo, sus límites son apenas perceptibles, que pienso, que nadie, absolutamente nadie está exento de sobrepasarlos, adentrando en la del otro. No pretendo juzgar, solo meditar sobre nuestra imperfección, ya sé que es imposible solventarla y el que lo intente o se crea perfecto, incurre en una idolatría que como poco, le hace perderse más en ella…
Si algo tengo claro, es que la vida pertenece a aquel que se le otorga y es a él a quien le corresponde decidir sobre ella y por nada, ni nadie, debe dejar de hacerlo, ahora bien, no existe una sola vida humana que se desarrolle al margen de otras vidas, vivimos en grupos sociales, donde la conducta, las decisiones que tomemos, afectan a otros, a veces directamente y otras indirectamente, de ahí que en ocasiones demos la impresión de ser egoístas, al pensar en nuestra conveniencia, sin respetar a los que nos rodean… ¿Somos egoístas, o quizá son aquellos que esperan nuestro sacrificio en pos a un hipotético bien común?, La verdad es que en esa tesitura, me pierdo, pues ser generoso es una cualidad muy hermosa, que tiene sus grietas, ya que para ser justa, debe ser equitativa con aquel que la posee y permitirle concepciones para sí mismo, y los demás lo deben entender, por mucho que les duela, les afecte o incluso les cueste comprenderla…

He estado versando sobre un concepto que va al hilo de mi reflexión, aunque diferente, más bien es el rechazo que a veces provocamos cuando se nos idealiza, y luego no respondemos a ese esquema preestablecido, ¿Amar significa encontrar una especie de robot, que responde a lo que necesitamos, o nos hace sentir cómodos?... Yo amo la diferencia, que me enriquece, que escucho y me escucha, tratando de crear una armonía que se expande y produce grandeza, descubriendo otros puntos de vista y es por eso que en mí imperfección me pregunto; ¿Qué le falta a aquel, que me rechaza después de descubrir que lo que creía la rosa de Jericó, era una insignificante margarita nacida para ser deshojada?.... Es un decir, jajajajaja, no soy margarita, ni Dios lo permita, y ese él, bien puede ser ella…

Gracias a todos

Mil versos libres… ¡Perdón!... decía; Mil besos libres directos a vuestros libres corazones…



Trovador…

El agua cristalina no mengua el reloj
dejando mis horas dormidas a su paso.
Mis dedos no son barcas al súrcalas,
solo se le resbalan como los años
que van desgastando mi memoria.

Hoy, que bien pudo ser ayer o mañana,
me cuenta tu recuerdo en anagrama,
y emborrona mi pensamiento a preguntas.
¿Qué fue de tu estuosa necesidad de mí?,
¿Apenas un torrente resbaladizo, quizá?
Se te fugó, como este agua entre mis manos,
que fresca se pierde, sin mojar mis poros.

Lo que no me toca, no me mancha…
Y baja tan seco ahora, el cauce de tu río,
que en noches de vigilia, como ésta,
se afianza en vacío lo que en mi buscabas…
Me pierde ese enigma, que rubrica tu cordura
en un peregrinaje hacia ningún sitio,
cuando el canto de ese ruiseñor,
nunca estuvo lejos de tu ventana….

Amas el amor como un trovador,
en historias escritas para vidas ajenas.
Una sed de siglos en la piel del hombre,
que no se encuentra hasta abrazarse
a sí mismo con todo lo que ama…
Un insípido sabor a azúcar, agreste,
falacia dulce que tu insatisfacción engaña.
Y sigues extranjero de un mundo que no te ve,
tan bien sobreactuado en ese teatro,
impune en su tragedia, de sátira improvisada.


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