Si he de perecer al abrigo de este manantial,
abrupto, dominante, de fluido reino.
Que no me vuelva loza de mármol,
su frío carácter de primavera postergada,
que deje que el despertar del sol me sonría,
que la luna en su guardia me bese
mientras sus aguas me acarician el descanso...

jueves, 26 de marzo de 2009

Decisiones




Decisiones

Mientras la lluvia cae sin cesar María mira desde su ventana el parque desolado, casi oculto por la copiosa lluvia. Los pájaros asustados no se dejan ver, se esconden debajo de las ramas de los árboles y los patos del estanque se refugian en una cabaña que hay construida en el centro. Aburrida mira el paisaje gris y desierto de peatones, solo vehículos que circulan sin detenerse por las dos direcciones, que se extienden por toda la avenida hacia el centro de la ciudad. Nada la distrae de su cansancio y de su aburrimiento. Sola, se siente abandonada, sus recuerdos acuden para distraerle de su mirada, que vaga perdida por el desolador paisaje. Que largo y pesado es el día pensaba, cuando no hay que ir al trabajo. En su vida no ocurre nada, no viene nadie para amenizarle las horas que se suceden unas detrás de otras. Cansada de estos momentos vacíos llama a su madre para preguntarle qué tal se encuentra. La madre solo la llena de reproches, no tiene alma, no se preocupa de ella, es lo que le oye decir entre fingidos lloros. Molesta, María la despide, con un saludo cariñoso y un compromiso serio de ir a verla el fin de semana próximo.
En la pared de enfrente hay un aparador con un espejo, va hasta allí y mira el reflejo de su rostro, dulce hace unos años, ahora esta ensombrecido por el hastío y la amargura. De repente, en el fondo del espejo, su imagen desaparece, su mente viaja en el pasado y sus ojos también. Son sus recuerdos, sus errores, que ahora repentinamente le queman. Una decisión de ser independiente, dedicarse en cuerpo y alma a su trabajo y a ella misma, no tener que rendir cuentas a nadie, había sido su prioridad y su condena. Las imágenes de sus recuerdos empiezan a tener luz, a tener formas, contornos... y es como si las viera proyectadas sobre el espejo, vagando entre multitud de recuerdos, solo uno comienza a tener forma. Al recuerdo nostálgico se une un embriagador perfume a fragancia masculina. María se abstrae y se deja llevar hasta ser parte de ese recuerdo, a vivirlo como si estuviera ocurriendo en ese preciso momento…
Solo había pretendido saborear, disfrutar de un rato de sexo como había hecho con otros hombres en sus citas sin ningún compromiso y sin pretensiones de ningún tipo, sin embargo aquella cita fue diferente desde el primer momento. Él pasó todo el trayecto desde el restaurante a su apartamento, hablando sobre lo que pensaba hacer con ella cuando llegaran y con tal erotismo que cuando el ascensor se detuvo en la planta de su apartamento, el corazón le latía a toda velocidad. Todo su cuerpo se anticipaba a un mundo de sensaciones muy diferente a sus anteriores experiencias. Ya en la cama cuando él comenzó a acariciar y besar todo su cuerpo, desde su estómago hasta sus senos, desde sus labios a la zona más intima de su ser. Cada vez que la tocaba, dejaba escapar un gemido. Pasado un momento su necesidad aumentó de tal forma, que su cuerpo tomo voluntad propia colocándose sobre él para conseguir que ambos cuerpos bailaran el mismo ritmo, poseídos el uno por el otro. María cerró los ojos y se mordió el labio, nunca hubiese imaginado que ese hombre fuera un amante tan maravilloso, llevándola a las más altas cimas de placer. Resultaba increíble, las manos de él sobre sus senos acariciándolos suavemente. A intervalos le ordenaba que abriera los ojos y le mirase. La visión de su lengua, lamiendo sus senos como si fueran un manantial donde la dulce miel embriagara todos sus sentidos, resultaba muy excitante. Se estremecía acelerando su respiración, hubo un momento donde su piel comenzó a cubrirse de sudor y el ritmo de sus cuerpos se incrementó, entonces él la tomó de las caderas y la atrajo aun más hacia sí, ella sintió un intenso calor y su cuerpo se convulsionó, llevándola a un paraíso de sensaciones. Cayó abatida encima de su cuerpo y a pesar de estar exhausta, volvió a elevarse, conjuntamente con él, como cuando sube la marea con el mar alborotado y salvaje, acabando ambos acurrucados en la orilla arrastrados por las olas que se expanden rompiendo en espuma blanca contra las rocas…

María con los ojos llenos de lágrimas, retorno a la realidad de su vida y tuvo la certeza, de que sin darse cuenta, había caído en la trampa, ningún hombre desde entonces le supo a nada y vivía dejando el tiempo pasar, quizá el sintiera lo mismo que ella, pero no tenía remedio. La necesidad de ella de no tener ataduras y dejarlo claro desde el principio cerró su puerta a la felicidad y la hundió en la más profunda soledad.

3 comentarios:

  1. Triste historia, pero esperanzadora... la protagonista sabe el camino a recorrer, lo cual es bastante.

    Abrazos.
    Manolo

    ResponderEliminar
  2. Coincido tanto con mi amigo Manolo. Es amarga tu historia, pero María sabe el rumbo. No siempre la seguridad del camino correcto nos asegura felicidad.
    ABRAZOS.

    ResponderEliminar
  3. La vida es una caja de sorpresas, no me cansaré de decirlo, y a veces sucede que cuando llevas la idea hecha sobre una cosa....te topas con otra...

    Como dirían los franceses ....Cé la vie!!

    Besos mi hada buena.

    ResponderEliminar

"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"