Me duele
Me duelen las raíces de la
encina,
su mirada perdida, sin norte
porque quizá olvidó sus frutos
en una estación que no es la
suya.
Me duelen tanto las raíces del
mundo
pues a pesar de guardar memoria,
hay extraños sin códigos
referentes
sesgando sus gargantas sin piedad.
Me pienso olvidada de caminos,
ya que mis huellas son mi
consciente
abierto a la primera aurora
boreal.
Es ahí donde dejé estreno instruido,
reseña de mi presencia, visada
con mis ojos sorprendidos,
expectantes
al milagro con el cual se
despierta
a cada instante al regalo de la
vida.
Aún recuerdo mis zapatos olvidados
en el almiar de cebada y en los tomates.
La queja muda de la huella y
silencio
por andar descalza los matorrales,
esquivando ortigas, sus finos
dientes,
que no sus hidalgas y creídas
cabezas,
que tan ajenas vivían a la locuacidad
guillotina de mis ejecutores
dedos.
Sí, me duele esa calma serena, natural
junto a la pila en las tardes de
verano,
el sonido del carrillo del pozo,
el salpicar
del agua en mi vestido, en mi
pelo,
calmando el ardor, soltando
brisa.
La risa joven de mis tías, sus
rostros
ajenos al mirar enigmático del horizonte,
por donde cada día se ocultaba el
sol.
Como ya te dije, querida Antonia, siempre brillante. Analizar tu poema, éste y otros también, obligaría casi a escribir un tratado sobre tu obra, tan profunda, tan llena de metáforas maestras.
ResponderEliminarHuele a nostalgia este conjunto de versos, de cosa perdida pero recuperada en un acto de magia llamado poema, eso que tu pluma de artista maneja tan bien, casi como prestidigitadora de las palabras.
¡Y qué palabras! Muchos deberían hacer una lista de aquellas cientos que aplicas a la perfección.
En fin, un gozo habitual el de leerte. Digo habitual porque a pesar de que hacía tiempo que no te comentaba, te he leído siempre.
Abrazo y beso.
Hola Navegante…
EliminarGracias, son muy halagadoras tus palabras me motivan, también la critica bien intencionada, en mi ánimo, es muy bien aceptada, porque me ayuda a crecer, a evolucionar, encantada que te sientas con esa iniciativa entre mis letras…
Este poema es uno de esos momentos que nos asolan donde la reminiscencia se ceba, con su caballo de batalla, la melancolía, por aquella niña, que fui y que aún anda perdida corriendo su inocencia por los campos donde crecí, descalza, con mis doradas trenzas, entre campos de trigo y amapolas, olivares y vides. Las personas que guardas dentro de ti, que fueron una referencia de vida, al despertar de tus ojos…
Un placer saludarte
Besos