Porque me trato, me contengo,
sé que te tengo en este instante,
en el que te pienso la gran esfera
de la estepa de mi razón.
Podríamos juntos ser jueces
de todos los recelosos días
aprendiendo a abrir infinitos.
con dientes aún nacientes,
mordiendo enjutos la parodia
previa a la muerte de la estación.
Que sin respirarnos, nos ocupa
latido a latido, aplacando el aíre
con sabor a memoria, a sudor
del tiempo que nos separa.
Porque me siento, te presiento
lejano del punto de partida.
Comedido entre los puñales
desbastares de esta fantasía.
Y qué?, Si al final no podemos
alcanzarnos en esta huida.
Le nace al frígido oropel
de la distancia, un gran nudo
en la garganta de su conciencia,
cuando el más justo de los túneles
abre su oscura boca, pensativo.
Herrar es cosa de la ausente
sensatez, frente a frente, al espejo,
reacio a encontrar su mirada.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"