La noche
Quise sacar claridad de la noche,
voces de veinte esquinas diseminadas,
gélida noche que me ignoraba.
Te soñé, faz, dolor, majestad, silencio,
junto a un ramillete de abismos,
de ceniza guiándome al alba.
Elegí mi vida, sin encontrarme,
sin encontrarte, prisionero del mutismo,
pues la vida me fue prescrita,
de antemano, como un cántico
surrealista, que me descifra a trazos.
Defiendo mi fantasía invernal
sin destruir la norma vigente.
Son tan pálidas en sus flancos de humo
las violetas que cojo y aliso, suave,
en aquel torrente de luz avaro,
donde el alabeo lunar ensordece
la voluntad de no esconderme.
Tú podrías ser aquella lujuria,
nunca rozada por mi prudente boca.
Aquella que pone los cubiertos
a la palabra con semáforo en rojo…,
Siempre será memoria a recitar
en el oído hambriento de instantes,
las últimas semillas del rubí licuado.
Vigilia fue en los otoños lejanos,
con sus hojas viejas, de neblina, ciegas.
Quizá pude haber gestado nitidez,
en vez de un glacial de lluvia
de corazón anhelante, que implora
a las estrellas, tu paso, tu aliento…,
un esplendor en mi alborada,
al conocer la belleza orfebre.
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