La tierra es de nadie y de todos, los que han pasado, los que están y los que vendrán, junto con todo lo que en ella se construye, se inventa y se sueña. Nada muere del todo, de alguna forma se queda…. Meditando sobre esa idea me surgió este relato, que puede tener relación o no, yo solo sé, que es una de esas cosas que empiezan a tomar forma en mi mente sin yo pretenderlo, son quizá los fantasmas que habitan en mi cerebro… ¿Quién sabe?, Poseída que estoy, jajajaja.
También quiero añadir que Lupo es un perro, que murió de viejo esta semana, mi hija Carmen de once años, le adoraba. Era y será de alguna forma, el perro de una gran amiga, María, algo más que un perro para ella, un amigo leal como ningún otro.
¿Se quejan las paredes?
También quiero añadir que Lupo es un perro, que murió de viejo esta semana, mi hija Carmen de once años, le adoraba. Era y será de alguna forma, el perro de una gran amiga, María, algo más que un perro para ella, un amigo leal como ningún otro.
¿Se quejan las paredes?
En ladera norte al pozo en una llanura con verdes olivos venciendo años, existe una gran casa rural que su dueño Andres, heredó de sus antepasados. Es una casa solariega con paredes gruesas de piedra, construida seguramente varios siglos antes. En ella habitan el y su perro Lupo, perro orgulloso de su raza cocker, que en su olfato tan intuitivo sabe que los fantasmas de sus habitantes anteriores son el alma que la sostienen en pie, recelosos del lugar por donde caminaron sus pasos, negándose a abandonar el lugar que entienden como hogar a través de la eternidad.
Andrés suele decir, que a esa casa tan vieja, se le empiezan a quejar las paredes, sobre todo por las noches, cuando el silencio pretende establecerse y su reinado se siente amenazado con los crujidos, como quejas, de todas esas piedras apiladas que forman la construcción, es entonces cuando Lupo con sus ladridos intenta hacerle comprender la realidad y su dueño lo entiende como inseguridad por parte del can, tranquilizándole con una frase repetitiva de una vez a otra.
_¡Tranquilo Lupo!, Se le quejan los huesos tan cargados de años, nada más, pero es tan solida como el roble del llano. Si no interviene la mano tan osada del hombre, jamás será derrotada por el paso del tiempo_, Esas palabras tan ciertas y a la vez ajenas a la verdad, son las que el perro intenta rellenar, con continuados ladridos, sin conseguirlo.
Las noches previas al descanso que aporta el sueño, acaban siempre con ambos frente una chimenea de piedras ennegrecidas, agrietadas por los años y el calor del fuego. Andrés en su vieja mecedora de madera de olivo y asiento de anea, con Lupo tendido a sus pies cada uno encerrado en sus cavilaciones.
Y cada uno en sus cavilaciones, se preguntará sin querer alarmar al otro, por qué se quejan las paredes...
ResponderEliminarMuy buen relato.
Misterioso y dulce a la vez.
Un abrazo gigante, Niña-
Cuantas cosas encierran esas paredes amiga, y que narración perfecta la de tu relato Antoñi. Precioso!!!
ResponderEliminarQue pases un feliz fin de semana y que disfrutes.
Besitosssssssssssssssssssssss.
CUÍDATE MUCHO,MUCHO,MUCHO......
ResponderEliminarUN BESO A TU ALMA DE LA MIA.MJ
Hay algo en tu relato que va mas allá del relato mismo (que además me gustó). Y eso lo entreveo también en tus palabras iniciales: hay sabiduría en lo que comentás. Y eso lo hace doblemente grato.
ResponderEliminarBesos desde ultramar.
Antoñi... Con tu relato me has hecho imaginar esas noches mágicas de Andres con Lupo. He sentido el calor de la chimenea y en esos silencios nocturnos, he llegado a escuchar los quejidos de esas paredes de piedra, que aunque puedan incitar al miedo, a mi me reportan paz.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus cariñosos comentarios en mi sitio.
Muchos besos guapetona.
Así como Andrés y Lupo, tu texto nos pone a cavilar también.
ResponderEliminarLas paredes guardan tantos recuerdos que con el paso del tiempo estos necesitan salir y se escabullen en crujidos.
Un besote!
Hay tantas cosas que jamás serian derrotadas si no interviene la mano tan osada del hombre...
ResponderEliminarLas paredes se quejan...porque las castigaron con la capacidad de escuchar todo
Una casa solo es una estancia de objetos materiales, lo que la convierte en hogar son las personas y (o) animales que habitan dentro.
ResponderEliminarLas paredes de una casa son las silenciosas complices de nuestra vida.
A mi me aportan seguridad, refugio.
Aparte de que en algunas etapas de mi vida, me he pasado el tiempo hablando con ellas ;)...
Besotes mi hada buena.
Los animales dejan la misma huella que un ser humano cuando muere. le educamos, le enseñamos a comer en su plato, hacer sus necesidades en el sitio interpuesto por nosotros y nos brinda el amor y cariño sin esperar nada de nosotros. Ellos con una caricia nuestra, la duplican por doquier.
ResponderEliminar¿Quien se atrevería a decir, que no son parte de nuestra familia?
Besitos preciosa, estamos en contacto.
Querida Antoñi, en este relato lograste una atmósfera maravillosamente misteriosa, tierna y querible, donde los sentimientos se hacen palabras al calor de esa chimenea...
ResponderEliminar¡Hermoso! Me encantan las casas viejas, tienen un atractivo sin igual...
Besos grandes.