Si he de perecer al abrigo de este manantial,
abrupto, dominante, de fluido reino.
Que no me vuelva loza de mármol,
su frío carácter de primavera postergada,
que deje que el despertar del sol me sonría,
que la luna en su guardia me bese
mientras sus aguas me acarician el descanso...

lunes, 16 de febrero de 2009

No hay lugar para el amor (Capítulo sexto)




No hay lugar para el amor (Capitulo quinto)

No hay lugar para el amor (Capitulo sexto)

Desde que cerrara la puerta dejando sola a Carmen, Carlos sentía una fuerte necesidad de volver y abrazarla, pero sabía que sería un error, el recuerdo de su mirada se lo decía, ese brillo extraño de pánico, como si estuviera viviendo una situación distinta y el personificara a alguien que le hacía sentir un rechazo monstruoso, como atisbos candentes que proceden del mismísimo infierno, que resucitaban en su piel como oposición un frío que inconscientemente la obligaban a rodearse con sus propios brazos, queriéndose proteger de una poderosa alimaña que amenazara con devorarla. Minutos antes, dormida en sus brazos observarla le había despertado sentimientos muy variados, era como ver el sol, se sentía amante complacido, protector celoso de un hermoso tesoro único, exclusivo, que no estaba dispuesto a dejarse arrebatar. Parecía una niña pequeña e indefensa y el quería sentirla feliz siempre y mimarla. La veía tan relajada, era incapaz de hacer otra cosa que observarla, fue así como notó el cambio, su rostro dibujó el tormento que empezaba a invadir la serenidad y placidez de su sueño, comenzó a gritar, ¡no!, ¡no!, ¡no me toques!, el la zarandeó mientras le decía..:
-Pobrecita, es solo una pesadilla-murmuraba tratando de despertarla.
La presionó fuertemente entre sus brazos tratando de acurrucarla y besar su frente, con la intención de hacerla salir de la pesadilla de forma suave, ella abrió sus ojos dirigiéndole una mirada de horror e inmediatamente comenzó a revolverse entre sus brazos intentando deshacerse de ellos y escapar.
-¡Suéltame, por favor!, ¡suéltame!- le gritaba asustada
Carlos la soltó desconcertado, no comprendía ese pánico en ella después de lo ocurrido entre ellos dos, ese rechazo. Se levantó del sofá dejándola sola, ella cruzó sus brazos sobre el cuerpo como tratando de cobijarse, de resguardarse, mientras le repetía de forma obsesiva.
-¡Márchate! déjame sola, quiero estar sola- le decía y al mismo tiempo le dirigía una mirada asustada, como la de una niña indefensa y aterrorizada.
Carlos recogió sus ropas y se vistió, conteniendo la necesidad de abrazarla y decirle que con él estaba a salvo, fuera lo que fuera, lo que había invadido su sueño de forma tan extraña y asustándola de aquella manera. Presentía que el se lo personalizaba, transportando el sueño a la realidad. Cuando acabó de vestirse, antes de salir le dirigió una última mirada, seguía en la misma posición abrazada agitándose compulsivamente y diciendo entre lágrimas.
-Necesito estar sola- decía sin dejar de mirarle.
Carlos la miraba, mientras pasaba su mano por su pelo conteniéndose.
-Vas a tener que dejarme que te busque ayuda. Hoy me voy, por más que me moleste, en tu estado no soy el más indicado para ayudarte, algo me dice, que tiene que ver con lo que ha ocurrido entre los dos y mi condición de hombre- le dijo de forma pausada y con seguridad.
El último recuerdo de Carmen, esa imagen de niña con las piernas flexionadas sobre su cuerpo sujetas por sus manos, escondiendo su rostro alterado, lloroso y asustado. Le había perseguido durante todos esos días, ahora acudía a la cafetería Brisa, en el centro de Málaga, donde por fin pudo concertar una cita con su abuela. Tenía grabadas en su cabeza parte de la conversación telefónica que habían mantenido y las repasaba en su mente como intentando anticiparse a la información que quería obtener de la anciana…
-¿Seguramente es usted, el hombre del que mi nieta está enamorada? era la pregunta nítida que aparecía en su recuerdo
- Nunca me lo ha dicho, por lo visto usted sabe más que yo de sus sentimientos en ese sentido- le había contestado el un tanto confundido.
-Creo que es necesario que hablemos, por que si usted la quiere va tener que derrochar mucha paciencia- concluyó la anciana al teléfono.
Necesitaba la ayuda de ella, que le hablara de lo que escondía el pasado de Carmen y así poder ayudarla. Esas únicas palabras, que habían intercambiado al teléfono, le decían que podría ser la aliada adecuada.

3 comentarios:

  1. UFF ANTOÑI ,ME HE PERDIDO LOS CAPITULOS ANTERIORES Y COMO TENGO LA PUPILA DILATADA NO VEO MUY BIEN ,PERO POR LO QUE INTUYO LA COSA NO PINTA BIEN.BESOS.SHERE

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  2. Antoñita de mi vidaaaa!!,...bueno por aqui estoy, de verdad que seré pesada, pero no sé como agradecerte tu ayuda, ya me he familiarizado con el sistema, y ya le he dado un aire personal a mi blog, espero que te guste, jejeje...te quiero mucho, y aunque creo que ya lo sabes, nunca está de más repetirlo...
    Muchos besos.

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  3. El psado que vuelve al presente como un cuchillo.
    Para desgarra el alma.
    Carlos tendrá que saber la verdad tarde o temprano...
    Un bes

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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"