Si he de perecer al abrigo de este manantial,
abrupto, dominante, de fluido reino.
Que no me vuelva loza de mármol,
su frío carácter de primavera postergada,
que deje que el despertar del sol me sonría,
que la luna en su guardia me bese
mientras sus aguas me acarician el descanso...

martes, 17 de febrero de 2009

No hay lugar para el amor (Capitulo séptimo)

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No hay lugar para el amor (Capítulo quinto)
No hay lugar para el amor (Capítulo sexto)

No hay lugar para el amor (Capitulo séptimo)

Soledad era muy diferente a como Carlos la había imaginado, ambas, abuela y nieta guardaban un enorme parecido, el físico de la anciana presagiaba como podría ser el de la nieta a esa edad. Lo que siempre le había inquietado tanto en Carmen, esa fragilidad tan acusada, por el contrario en la abuela destacaba como una figura alta, orgullosa de aspecto invencible. Sintió en su interior ganas de agredir, presentía que alguien sin piedad le había arrebatado a Carmen esa energía y ese aspecto grandioso, que la abuela respiraba en cada movimiento en cada gesto.
Sentados frente a frente se observaban y hablaban con cautela, queriendo dar tiempo, para averiguar las posibilidades que tenían de entendimiento. Para ambos Carmen guardaba un profundo interés, aunque los sentimientos fueran de distinta índole. Necesitaban saber si podían confiar el uno en el otro, fue Soledad la que inició la conversación por el sendero adecuado, para encauzar el tema hacia donde a ambos les convenía.
-Hace tiempo, que vengo notando un cambio muy drástico en mi nieta. Sospechaba que se trataba de un hombre y me ilusioné con la idea de que por fin despertaba a la vida como cualquier mujer de su edad y se había enamorado-, le dijo soledad con la mirada fija en sus ojos.
-¿Enamorada, Carmen enamorada?, Permítame que la contradiga, una mujer enamorada no despide a su amor como si se tratase de un perro sarnoso- dijo Carlos, contrariado.
- Usted, no estaría aquí sentado conmigo, si no intuyera que detrás de ese comportamiento hay algo más. Presiento, por su necesidad de hablar conmigo, que ha llegado a la conclusión de que Carmen tiene algo en su pasado que la asusta sentir como una mujer normal, ¿o me equivoco?-, le dijo soledad mientras acercaba su taza de café a los labios, como queriendo suavizar la tensión entre ambos.
-No está usted desencaminada, sin embargo es duro, para un hombre que te consideren en un instante un héroe grandioso y al siguiente el más salvaje de los villanos. Si no fuera por el miedo que se refleja en sus ojos, le aseguro que hubiera desistido, por mucho dolor que me suponga perder a la que considero la mujer de mi vida-, comentaba Carlos con sentimientos mezclados, entre rabia, pasión y dolor.
- Tranquilo, yo no puedo ayudarla más de lo que he hecho hasta ahora, pero usted si-, intentó calmarle y al mismo tiempo sugerirle.
-Francamente, no entiendo, ¿cómo puedo ayudarla, si siente un pánico horroroso en cuanto la toco? Le preguntó un tanto contrariado.
-Eso no es del todo cierto. Estoy enterada de lo ocurrido entre los dos en mi casa la semana pasada. Si tiene memoria, recordará que ella se le entregó de buen grado, lo que ocurriera después es lo que necesita superar y para eso le necesita a usted y a nadie más, porque es de usted de quien ella está enamorada-, hablaba soledad irritada, como si se tratase de un niño que no quería aceptar una realidad.
-Si realmente lo sabe todo, comprenderá que soy el último al que ella le permitiría acercársele y ayudarla-, le comentó un tanto perplejo, por la aclaración de la anciana.
-Por supuesto, que estoy enterada, llegue al poco rato de irse usted, me la encontré, como un gatito asustado, agazapada en el sofá y nada más verme, se abrazo a mí con el mismo llanto y terror que traía el día que apareció en la puerta de casa, ocho años atrás. Comprendí que sus fantasmas estaban aquí otra vez e intente averiguar los motivos. Me lo conto todo y así supe quien era usted y además una inquietante sorpresa, por mucho miedo que le causara la necesidad que siente hacía usted, lo que más le preocupaba es no volver a verle-, Soledad se emocionaba por momentos, mientras le comentaba su descubrimiento.
-¿Pues no sé cómo voy a poder ayudarla?, Como comprenderá, ateniéndome a los hechos es muy complicado, por no decir imposible, que ella soporte mi presencia- sostenía Carlos un tanto incrédulo.
-Teniendo paciencia sin rendirse jamás-, le dijo Soledad de forma tenaz y segura.
-Tendré paciencia, no lo dude. Por otro lado me gustaría saber, ¿qué le ha ocurrido a soledad en su pasado, quien fue el monstruo que le hizo semejante daño?-Preguntó Carlos, irritado.
-Son recuerdos muy dolorosos, para mí. Me siento culpable cada vez que retrocedo al momento en que tuve conciencia de ellos. La niña fue un incordio para su madre, algo que le estorbaba para hacer su vida y al mismo tiempo la usó para hacerme daño. Después de la muerte de mi hijo, prácticamente la apartó de mí, no me la dejaba ver-, la fortaleza de soledad, presentaba por momentos ciertas fisuras, su ojos le brillaban más de lo normal, presagiaban muchas lágrimas escondidas, pero continuó.
-Jamás fue la madre cariñosa y protectora que deben ser las madres, ignoró los riesgos que la niña corría cerca de su nuevo marido, porque le convenía, apartada de mí como la tenía, nunca tuve conciencia de tales peligros. La niña sufrió acoso e incluso ciertos abusos, desde los diez años, hasta el episodio más grave, que ocurrió a sus dieciséis años, donde tras una decisión desesperada de la niña de tirarse del coche en marcha, que pudo haber acabado con su vida, saldo la posibilidad de que semejante energúmeno, llevara sus abusos al último extremo. Gracias a la eventualidad de dar con personas honradas, Carmen apareció en la puerta de mi casa veinticuatro horas después de ese episodio en un estado deplorable-, aquí Soledad no pudo más con el recuerdo de tan tristes hechos y sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Lamento hacerle pasar por semejantes recuerdos, si no fuera por lo importantes que son para mí, le aseguro que jamás le preguntaría nada-, le dijo Carlos mientras presionaba cariñosamente sus manos.
-No tema, me hace bien volver a recordar, de esta forma término con mi sentimiento de culpa- aclaro soledad, para sorpresa de Carlos.
- ¿Culpa?, No sé donde puede tener usted culpa en este escabroso asunto- intentaba averigua Carlos.
-Vera, cuando la niña llegó, mi primera preocupación era evitar que volviera con su madre y estar nuevamente a las expensas de su padrastro. Decidí hacer una llamada, notificándoles donde estaba la niña, y amenazarles que si intentaban hacerla volver con ellos iría a la policía-, fue la revelación que Soledad guardaba en su interior, que le quemaba como hierro candente, porque su conciencia siempre le dicto denunciar al bastardo que había robado la alegría e inocencia a su nieta, de forma tan vil.
Carlos no le dijo nada se limitó a mirar sus ojos, presionado cariñosamente sus manos haciéndole entender, que no fuera tan cruel consigo misma, fue la mejor opción que encontró entonces y desgraciadamente el mal ya estaba hecho.

1 comentario:

  1. Un herida así tarda mucho en cicatrzar.
    El olvido es imposible.
    Los recuerdos vuelven sin querer.
    Cre que el amor lo puede todo.
    Hay que esperar...

    Otro beso¡¡¡ grandote¡

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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"