Obra de Antonio Quintana, nacido en Iznajar, Córdoba
Pintor por vocación, desde niño sabía
lo que quería hacer en la vida, crear. En Madrid se encontró con una serie de
personajes que le mostraron otros mundos y maneras de expresión que le abrieron
la mente y las ganas de manifestarse de diferentes maneras. Eran poetas y se
integró en aquel mundo desconocido como buenamente pudo, así dio vida a su primer libro de poemas “El ojo único del unicornio”,
un libro mágico que fue accésit del premio Adonais. Estas circunstancias le
hicieron sentir más universal en el arte. Después de esto no ha dejado de interesarse
por cualquier medio creativo a su alcance. Imperativo no concibe la vida sin
investigar, crear y sorprenderse a sí mismo a cada momento. Es curioso,
soñador, ingenuo, a veces infantil pero muy maduro, atrevido y con ganas de
estar vivo. Con respecto a su obra es muy variada, domina una gran cantidad de técnicas,
gracias al que fue su maestro durante su estancia en Madrid, el santanderino
Antonio Quiros.
Estas ventanas que presenta ahora
quieren expresar sentimientos amarrados producto de un mundo interior frustrado,
marcado, pero no carente de alas, sentimientos enjaulados que sobretodo pugnan
por escapar, ser visibles. Son mujeres en general, ahora que comienzan a
hacerse notar. De todas maneras el artista, creador da libertad para opinar, es más importante lo que
pueda ver el observador que lo que diga el autor, piensa él de su obra.
Proverbio
Pinto ventanas bajo el porche,
donde mis pies no me llevan
viaja sola mi inquieta alma,
buscando el norte perdido.
Lo haya en lo profundo
de un corazón, es llama
y me llama, y yo le abro
las contrapuertas cerradas
de las ventanas de mis ojos.
Desde el porche que me habita
se despierta en espiga de trigo,
el olor de su cuerpo, pan
de vida, que mi vida sustenta.
Trágico sino arañar el cristal
buscando el descalzo destino
con esa luz opaca que tiene
el eclipse marcando distancias.
Una vela en el viento elevando
mis manos dibujándote,
sueño que a mi realidad llegas,
apenas una estela que rompe
la niebla de este silencio
suscrito a mi alma peregrina,
nacida vagabunda en los pies
de los siglos escritos al mundo.
Tú me confirmas mi lejanía,
pasaje de caminos, en mis venas,
trayectoria líquida, tu sangre.
La sangre del hombre eterno
marcando huellas inconformes,
para un mundo abduciendo
almas en serie, al cual quieres
regalar, me regalas un nuevo
mirar,
un hombre presente, inamovible
que se entienda y se acepte
como el más tangible proverbio
asiéndome verdad en su leyenda.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"