¡Quédate!
Quédate!,
Ahora que todo sobra,
el tiempo en la relajada laguna.
Tempranas aguas, allí duermen,
y en tu almohada sueño tu sueño.
Ojala a tu realidad no me
despiertes
cuando el sol te canse,
mirándote por la ventana
despeinado de sus rizos,
agotado de fronteras azules.
Hay este vuelo de aves
tan profundo en tu voz,
rasga su llanto en mi oído,
que se me hacen de nieve
todas las nubes trenzadas
en mis conmocionadas cejas.
Por mirarte no abren sus ojos
las palabras amotinadas
cargadas de emociones,
derrotadas por tanto peso.
Y me invade tu presencia
con su traje de lejanía.
Al fin puedo decir al estertor
de las flores del pasado verano,
que me asola un solo invierno,
y no está resguardado,
menos aún condenado
a resistir en la vigilia
en una embajada al este
de un Edén figurado y amañado.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"