Al llegar la primavera
Que no se ofenda la primavera,
ni la flor más bella del cerezo,
por ser tú en mi esa fresca
lluvia,
que sin llanto, dentro me
florece.
Sí, que no se ofenda el azahar,
ni el oro caído del rayo de sol,
por ser música en tu mañana,
y tú un amanecer en mi piel.
Que no me envidien las aguas
que riegan los verdes prados,
las venas dormidas de la hiedra
por subirte el sendero a tu
valle.
No, que no me envidie la sabía
que alimenta el alma del árbol,
ni los pájaros volando sus ramas,
bebo un manantial, tú siempre.
Por eso al llegar la primavera
lo mismo que ella hizo al cerezo,
con todo tú, en mi centro yo haré
una hermosa romanza en
verso.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"