Canto de
despedida
Nadie sabe la
nota del canto perfecto
suscrita al
crepitar del agua,
repiqueteando un
ritmo inagotable
lacrado al
latido de la eternidad.
A la vida desgatando
mis pasos
le voy a
confesar mis horas vencidas.
Me tiene el amor
en su agenda
en la memoria de
su breviario.
Se llama piedad
el falto momento
tan alienante al
mutilar mi sentir,
y no se insulta
con mi seca lágrima
ausente en el espejo
de sus ojos.
En ese momento
estamos solos
cuando la sombra
se espesa
alargando los prófugos
árboles
desenredando la
alarma en sus ramas
y son sus raíces
las acunadas
bajo la tierra
que alquila el responso.
Trémula luz
asustada de la oscuridad
tiene solo
instantes de sosiego
hasta olvidar
los matices del color.
Llamará después al
recuerdo
un nombre de
cuerpo ausente
para un mundo obstinado
en verberarse
hastiado de la
flor de la fugacidad.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"