Es muy cierto que no somos pasado, por muy presente
que hayamos sido en ese momento que lo hemos vivido. Como bien dice mi amiga
Isabel, Brushi…,
“El pasado no existe, el paso hacia atrás, no tiene suelo donde posar el pié,
solo existe el instante, el suelo que pisamos en el ahora, con vistas hacia el
futuro con nombre Esperanza, pues no sabemos tampoco si existirá”…, no obstante, el ser que somos se ha ido configurando
hasta llegar al presente con cada uno de esos instantes que hemos vivido, donde
cada persona que ha pasado por ellos, con más o menos permanencia, ha tallado
en la figura de nuestro desarrollo personal, su esencia, aquella que de alguna
manera estaba llamada a encajar en ese puzle donde a través de los años, va
creando, madurando al ser humano desde que nace, hasta lograr una identidad propia.
En mi caso, en esa mirada hacia
atrás, encuentro tantas personas importantes, muchas de ellas ya no pisan este
suelo terrenal, y siguen estando en mí de alguna manera, su legado, aquello que
fueron en pensamiento y valores, algo que la muerte no puede arrebatarnos. Uno de
ellos, es mi padrino Antonio, a él le debo la cuarta parte, del nombre que uso
para identificarme.
Mi padrino era un hombre parco en
palabras, muy expresivo en su comunicación corporal. Una característica muy
suya era un gesto en la boca ofreciendo el regalo de una sonrisa cuando fijaba
en ti sus ojos, y al hacerlo cerraba el ojo izquierdo. Con su mirada azul de
cielo transparente, con la cual, al mirarte, pareciera que te viera por dentro,
que indagara sin dificultad en tu pensamiento. Aún le puedo ver sentado por
horas, en su tronco de olivo, con su fiel compañero “la radio”, mirando su particular
horizonte, aquel que nos ofrece nuestra común tierra, en las faldas del Cerro
Macho. Desde allí se pueden ver parte de las Sierras Subbéticas, de Cabra y Priego de Córdoba. Más al sur, Lucena, la campiña sur con Monturque,
Aguilar de la Frontera, y más cercano a la vista, el término de Cabra que linda
con el de Montilla, y Castro del Río, en Río Frío alto. Un paisaje rico en imágenes
que maravilla a todo aquel que tiene la suerte de encontrarse con él, y él le
rindió honores desde su viejo tronco hasta el último momento que la vida se lo
permitió. Para mi ver ese tronco allí, después su muerte, era como ver su
monumento, de ahí, que años después, al volver y encontrarme que había
desaparecido, en mi interior sentí, como si volviera a enterrarlo otra vez…
Feliz tarde de martes a todos…. “Gracias
por estar ahí”… Besos
Ven niña
_Ven niña_, Decía el río,
_Niña de dorado trigo
desconocida de tu mar_
Galopaban sus aguas
leguas de verdes soles,
aprendidos de un mirar
hambriento de paisajes,
despertando primaveras.
La niña fue a su orilla.
Orilla de álgidos juncos.
_Soy el río que canta_, Dijo.
Mañana de amaneceres
despertado en rebaños,
ovejas tejidas al valle.
Rasante conjuga vuelo,
niña, mariposa en flor.
Cantó bajito sueños, el río,
serenos valses sus aguas,
_Baila niña sobre la roca,
ebrios de lodo tus pies_,
Cascadas bravas bajan
como un viento furioso.
_Piedrecita blanca serás,
en mi cauce_, le cantaba.
_Río que baja del monte
no nos robes su alegría_,
Hojas lágrima resbalando,
desolada llora la arboleda.
Pájaros nacidos sin nido,
hacen piruetas en el aire.
Romance, hechicero canto,
hace que la niña resbale.
_Que va la niña a su mar_
Altanero cantaba el río.
Aguas de sal, van y vienen,
moviendo su rubio cabello,
en el azul reino de Neptuno.
Dormirá la niña amapola,
sueños de cebada y trigo
en su marino cielo de coral.
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"Si puedes mirar al rostro a este texto, te agradezco que me digas de qué color son sus pupilas…"